martes, 4 de octubre de 2011

Polis tontos, ladrones listos o al revés

Una de las primeras preguntas que nos tenemos que responder cuando tratamos de analizar cualquier cosa que hagamos es "por qué ahora". Con este blog, podríamos hacer lo mismo. Creo que ahora es un momento distinto. Estamos en una crisis de la que no vamos a salir en el medio plazo y ante la ambivalencia debemos apostar por romper con la pasividad y con la tendencia a ser mediocres. Las crisis son grandes oportunidades para todo esto. Pero que nadie piense que hacemos esto porque no tenemos nada que perder, no, pero hay varios ejemplos que hablan de esto: cuando David Simon idea The Wire (fue emitida del 2002 al 2008) estamos en un escenario donde la TV está llenándose de basura y CSI (2000 hasta ahora), creada por Jerry Bruckheimer, es el buque insignia de las series de policías, es decir, americanas color pastel, estilismo a cañón, fiscales incorruptibles, lujo y chicas monas, forenses llenos de abdominales, el engranaje de la justicia como el de un reloj (los casos empiezan una mañana y están resueltos en dos días) y los malos, medio tontos en su mayoría, malísimos y presas de Grissom y su equipo de polis sobradamente preparados. Entonces aparece The Wire donde el escenario son los barrios de Baltimore, un vertedero urbano inmenso, sus personas, los projects. Los protagonistas son ciudadanos asustados, egoístas, racistas, solidarios, luchadores, de todo. Los hay cojos, sin dientes (el seguro médico en los USA llega hasta donde llega, ya se sabe), camellos, familias rotas ahogándose en un mundo sin futuro, yonkis buenos, malos, rateros de poca monta luchando por ganar un miserable dolar para llegar al día siguiente. Un mundo de sálvese quien pueda, me recuerda vagamente a la Unión Europea a día de hoy, en la que los polis hacen lo que pueden con los pocos medios que tienen, donde la Justicia es un paquidermo burocrático pesado e inútil. Policías que beben, que follan con cualquiera, que compiten entre sí, que se hacen la cama, donde el puteo cae en cascada desde lo más alto, políticos oportunistas carentes de liderazgo y buenismo sobrante (mmm, a quién me recuerda...), pasando por mandos policiales apoltronados y sin imaginación, gente que fue buena en su día pero que estå definitivamente anestesiada, hasta polis a veces insolidarios, a veces enloquecidos, a veces cariñosos (condición humana en su pura expresión) que sobreviven en su trabajo, entre lo más abandonado, solitario y pobre de la sociedad.
Decía que crear una serie como la vida misma, desdeño el término realista por insuficiente para estos casos, fue una apuesta muy arriesgada en aquellos tiempos donde la telebasura optaba por vender falsa seguridad y luces de colores. Pero son apuestas que quedan ahí para siempre, marcando la diferencia y hablando de los entresijos de la vida, de la incertidumbre, de la inseguridad, de los sueños y de las esperanzas, de una manera universal, visual y entrañable. Arte puro.

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