miércoles, 26 de octubre de 2011

10 razones para seguir una serie de TV. Series Orfidal y Series Prozac. Parte I.

Una serie de TV tiene sentido sólo si su visionado es completo, de principio a fin. Lo otro, la serie de situación, es un producto de TV hecho para entretener, en el envoltorio de serie pero intrascendente para lo que pretende este post. Me parecen productos respetables y a tener en cuenta, pero los excluyo de la categoría de seriesTV por cumplir mejor los criterios de TVmovie, cada capítulo es una isla que se explica y se describe por sí mismo de principio a fin. Uno de los inconvenientes de esto es que cada capítulo debe referir más o menos directamente a las señas de identidad de la propia serie lo que puede resultar pesado y previsible en ocasione. Hay multitud de ejemplos de esto, Remington Steele con sus pelis y la mayoría de sus estereotipados diálogos con Laura Holt o el momento en el que la inefable viuda Jessica B. Fletcher (Angela Lansbury) desentrañaba los misterios con los que de manera pertinaz se encontraba en su camino (se ha llegado a aventurar que ella misma provocaba algo de esto aunque de momento no hay pruebas concluyentes para esta afirmación). Estamos hablando de "Se ha escrito un crimen". El clásico de esta estructura sobrerrepetida y conocida para el espectador es cuando McGyver se encontraba en una situación imposible solo con un chicle y un clip o, en parecidos escenarios, el Equipo A se veía en un garaje con un viejo coche familiar para convertirlo en un mortífero tanque de asalto (sin llegar nunca a matar a nadie, esos planos postexplosión donde los soldados aparecen renqueando pero vivos son parte de estas estructuras redundantes), los casos de CSI o los capítulos de House son una versión moderna de todo esto. La otra cara de estas repeticiones es que conectan con la necesidad del ser humano de lo conocido, lo circular, lo seguro, lo controlado, aunque sea estéril, es conocido, requiere menos consumo energético, te expones menos, hay menos riesgos, sabes qué te da y crees que sabes lo que te quita, en esto funciona como una adicción y es un formato que, como las buenas adicciones se ha instaurado y repetido no ya sólo en la TV, también en el Teatro y en la Literatura.
El problema de todo esto es que proponen personajes planos, sin pasado, ni futuro y con escasas evoluciones en lo que tiene que ver con su vida real, más allá de la función del personaje, en cierto sentido se convierten en monjes de sus propios papeles, sin memoria ni deseo, sólo un registro. Es cierto que por ejemplo House intenta abrir el trasfondo de sus personajes pero con escaso éxito porque la trama siempre se articula entorno a un síntoma raro o a un enfermo que se muere. Además en este tipo de series se ve que el bacground de Anibal se trae como n intento de variar un poco o de poner una zanahoria que seguir porque periódicamente habrá alguna referencia tangencial. En el controvertido caso de "El ala oeste de la casa blanca" (7 temporadas x 22 capítulos, 164 en total), el producto plantea una innegable continuidad pero resuelven la profundidad del personaje de una manera más bien torpe, probablemente tiene que ver con que es pionera (1999) en esto de la continuidad y porque articular la vida personal del presidente de los USA o la de la gente de su gabinete con el argumento principal parece un poco complicado porque da la impresión de que esta gente no tiene vida privada en realidad, lo preocupante es qeu esot parece no afectarles demasiado más allá de una Primera Dama enfurecida, así que, desde ese punto de vista, por mi parte quedan reconocidos en su esfuerzo y excusados. a pesar del poco éxito.
Creo que hay una edad para cada tipo de serie, creo que crecemos con series "orfidal", ocasionales pildoritas que te tomas para ir tirando, que se diluyen en unas horas sin dejar demasiado recuerdo. No forman parte de un "tratamiento" amplio y más profundo, algo que nos llega en una edad adulta algo avanzada con las series "prozac" (sólo es útil si se toma con una continuidad y una regularidad).
Continuará.

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